Auguste Rodin (1840-1917) "Dreaming about my inner Neptune" |
En este mundo vano -dicen- plagado de tótem irrefutables, donde la alienación campa a sus anchas: el pensamiento crítico, el conocimiento, el aprendizaje continuo, la duda, la reflexión crítica, se presentan como retos que evitarán, tal vez, que el individuo quede atrapado en un laberinto sin salida.
En relación al conocimiento, según algunos autores, el trabajo colaborativo está basado en los principios filosóficos del bien común y del altruismo y en principios operativos que comparten quienes forman parte de él -expertos o al menos conocedores de toda esa información, que ponen de manera abierta y desinteresada a disposición de quien la necesite-.
El trabajo colaborativo genera un sentido de colaboración por el conocimiento:
tantas personas, sin contacto entre sí, pero unidas por ese proyecto común que es la cultura, el conocimiento, cooperando eficazmente para crear un resultado entre todos.
Por tanto, el objetivo de un trabajo colaborativo, a diferencia de un trabajo individual, es producir un conocimiento tangible, de utilidad general, además de generar una motivación extra en todos los individuos del grupo.
Es una nueva forma de conocimiento, en donde ya no es tanto el individuo aislado el que se beneficia de ese conocimiento, sino el grupo en su totalidad y, al mismo tiempo, cada miembro del grupo:
_se trata de profundizar en el conocimiento individual e integrarlo en lo colectivo;
_se pretende lograr tanto el propio aprendizaje como los logros de los demás;
_se intercambia conocimiento, promoviendo la capacidad de comunicación.
La novedad consiste en que existan personas altruistas capaces de ofrecer sus conocimientos a todo el que lo necesite, por el bien común y de manera desinteresada.
Para mí ha supuesto una forma diferente de entender el aprendizaje.
Ya no importa el hecho de querer defender cualquier idea, o de tener razón o no tenerla.
Se trataría de no valorar demasiado lo que uno ha aprendido, no dar demasiada importancia a las propias ideas o convicciones.
Porque el aprendizaje continuo va generando un nuevo conocimiento.
Y surgen otros pensamientos, nuevas ideas, una manera diferente de enfocar la realidad.
De la inteligencia a la personalidad.
De los procesos cognitivos a las emociones que los dirigen.
De la conducta individual a la dimensión social que la explica.
Algunos autores sostienen que, en relación a la filosofía, es esencial el hecho de racionalizar las dudas.
Es posible que, al intentar hacerlo, y por muy paradójico que parezca, no sólo no se logre racionalizar una duda, sino que ésta resulte cada vez más irracional.
Tras cada esquina del conocimiento supuestamente científico, aguarda la incertidumbre de la dimensión subjetiva.
Nomotética: "clasificación que se emplea en la actualidad para referir a un grupo de ciencias que tienen como aspecto común enunciar ciertas leyes de gran estabilidad"
En todo conocimiento general (nomotético), sólo podemos aspirar a alcanzar cierta coherencia en la comprensión de la individualidad única de cada persona.
Un conocimiento en el que unos estamos implicados intersubjetivamente con los otros, por tanto con todos y con cada uno de ellos.
Sería algo comparable a un extraño viaje de auto-conocimiento intra-subjetivo e intersubjetivo.
El aprendizaje continuo podría suponer asimismo la búsqueda, no sólo del conocimiento, sino también de la verdad.
Evitar certezas, prejuicios, no aferrarse a nada, cuestionarse continuamente lo sabido, lo aprendido.
Que la libertad es sólo un concepto -dirán- que la verdad es algo ambiguo y escurridizo, o que ni siquiera existe como tal.
La búsqueda de la verdad significaría, posiblemente, lo más parecido al concepto de libertad.