Historia
Al morir su padre, Cleopatra accede al trono. Su reinado:
1º: 51 a. C. a 47 a. C., junto a su hermano Ptolomeo XIII (62-47 a. C.) que tenía tan sólo 11 años de edad, y que se ahogó mientras cruzaba el Nilo;
47 a. C. a 44 a. C., junto a su hermano Ptolomeo XIV (60-44 a. C.) que tenía 13 años de edad, y que se cree que fue envenenado;
44 a. C. a 30 a. C., junto a Ptolomeo XV Cesarión (47-30 a. C.), hijo ilegítimo de Julio César y Cleopatra, que fue ejecutado por Octavio Augusto (27 a. C.-14 d. C.) al conquistar Egipto.
El país que heredó Cleopatra VII estaba sumido en la depresión:
una monarquía apartada del pueblo, un país alejado de su antiguo esplendor. Ptolomeo XII sentó una fórmula de gobierno que sus sucesores elevaron hasta una nefasta hipérbole. La distancia entre una monarquía que nunca renunció a su origen griego y el pueblo egipcio era abismal.
La capital, Alejandría, fundada en 331 a. C. por Alejandro Magno (356-323 a. C.), nada tenía que ver con el resto del país. En la ciudad se hablaba básicamente griego, y estaba muy lejos de los centros de culto y poder tradicionales, Tebas y Menfis.
Los Ptolomeos gobernaban en busca de un beneficio que sólo repercutía en la corte. Numerosas zonas rurales quedaron abandonadas bajo el peso de los impuestos, y la burocracia, ya de por sí una lacra tradicional en Egipto, se convirtió en fuente de todo tipo de corruptelas.
Tras desposarse con su hermano Ptolomeo XIII, sucesor al trono, aproximadamente un año después de la entronización se sublevó contra él y tuvo que huir a Siria, donde reunió un contingente de mercenarios con los que se disponía a entrar por la fuerza en Egipto. La acción quedó paralizada.
Julio César (100-44 a. C.) entraba en escena.
Se alzaba el telón del drama que uniría los destinos de Roma y el valle del Nilo.
Cleopatra inicia su romance con Julio César, quien le ayuda a recuperar el trono. De la relación nacería su hijo Cesarión.
Julio César, casado con Calpurnia, no se molestó en ocultar en Roma su relación con Cleopatra.
En Roma, el mito de Cleopatra como devoradora de hombres empezaba a echar raíces.
A finales del año 45 a. C. Julio César hacía testamento y nombraba como hijo adoptivo y sucesor a Octavio (se sugiere que podría tratarse de un sobrino o de un hijo no reconocido).
Se comentaba que Cleopatra ejercía un extraño poder de seducción en Julio César, unos treinta años mayor que ella.
En el 44 a. C. Julio César perecía asesinado en uno de los complots más famosos de la historia.
Años después: encuentro entre Cleopatra y Marco Antonio.
Cleopatra requería un amante fuerte que pudiera garantizar cierta independencia en Egipto contra el poderoso Imperio romano.
Marco Antonio organizó un exuberante desfile triunfal en Alejandría.
Se cree que estaba prendado de la belleza de Cleopatra hasta el punto de proclamar a los hijos de la soberana, incluido el último concebido con él, reyes de diversos territorios romanos de Oriente.
Para Cleopatra reservó el título de: Reina de Reyes.
La imagen tras el mito: ¿Era bella Cleopatra?
Las estatuas de estilo egipcio y las de estilo helenístico nunca se han considerado como fieles retratos.
Las monedas, en cambio, provocan controversia: en algunas de ellas el perfil de la Reina dista mucho de lo que podría considerarse bello.
Por otra parte, el concepto de belleza puede que sea algo subjetivo y que haya ido evolucionando a lo largo del tiempo.
Con su obra "Anthony and Cleopatra" (1623), William Shakespeare (1564-1616) despertó la curiosidad sobre la vida de Cleopatra.
En el s. XIX, la mítica Sarah Bernhardt (1844-1923) interpretaría el papel de Cleopatra; y en el s. XX, Cleopatra tuvo un rostro: el de Elisabeth Taylor (1932-2011), la actriz que más fama alcanzó encarnando el personaje en la gran pantalla.
Hasta entonces, el imaginario colectivo carecía de una referencia sobre la gran reina de Egipto, y no porque no existieran representaciones ejecutadas en su época, sino porque las que se conservan son enormemente diferentes entre sí y ninguna alcanzó el estatus de icono.
Tal vez, sugieren algunos expertos, el irresistible encanto de Cleopatra y el mito de devoradora de hombres no residieran sólo en su gran belleza, sino también en su manera de conversar, en su fuerte personalidad, en su innegable habilidad para las escenificaciones y en su extraordinaria inteligencia.
Napoleon Sarony (1844-1923), "Cabinet card image of actress Sara Bernhardt as Cleopatra" (1891) |