Origen de los Íberos
Iberia: denominación dada en la antigüedad por los autores griegos a la península ibérica.
No se sabe detalladamente el origen de los íberos.
Una hipótesis sugiere que llegaron a la península ibérica en el período Neolítico, y su llegada se data desde los siglos V al III a. C.
Los griegos también llamaban íberos a un pueblo de Georgia conocido como Iberia caucásica, que hasta 1991 formaba parte de la URSS.
A finales del II milenio y comienzo del I milenio a. C. existían en la zona meridional de Iberia factorías comerciales fenicias y desde los siglos VIII-VII a. C. algunas colonias cartaginesas en el sureste que revivieron y se ampliaron en el siglo III a. C.
Fenicio: oriundo de Fenicia, en lo que hoy es el Líbano.
Los fenicios desarrollaron el comercio marítimo y fundaron colonias en el Mediterráneo; una de ellas Cartago, se convertiría en una potencia.
Cartago: antigua ciudad del norte de África, en el actual Túnez, fundada por emigrantes fenicios de Tiro (Líbano) a finales del siglo IX a. C.
Cartaginés: oriundo de Cartago.
Iberia era un puzzle de tribus que no aceptaban a ninguna autoridad que llegara más allá de sus fronteras. En la vertiente mediterránea y en el Atlántico meridional, moraban unas gentes agrupadas bajo el nombre de íberos cuyo origen es incierto, pero que se cree que podían ser nativos peninsulares.
A ellos se unieron, alrededor del año 1000 a. C. los celtas, que entraron en la península y se establecieron en el norte y oeste del territorio.
Celta: término utilizado por lingüistas e historiadores para referirse, en un sentido amplio, al pueblo o conjunto de pueblos de la Edad de Hierro que hablaban lenguas celtas, una de las ramas de las lenguas indoeuropeas.
Además, en la primera mitad del I milenio a. C. se había formado en la zona del Guadalquivir, en la actual Andalucía, el culto y rico núcleo de la antigua Tartessos (Huelva) la primera entidad política indígena de nombre conocido en Iberia, y cuyo esplendor tuvo lugar entre los años 700-500 a. C.
Hacia el año 600 a. C. surgieron también algunas colonias griegas.
Junto a estos factores civilizadores tuvo lugar la aportación étnica y cultural de unos pueblos de base indoeuropea llegados a la península a través del Pirineo, que a partir de los comienzos del I milenio a. C. ocuparon gran parte del interior del país, muchas comarcas catalanas y algunos puntos del sur, sudeste y sudoeste de Iberia.
La Lengua Íbera
La lengua íbera no se ha traducido todavía, aunque últimamente se ha conseguido traducir algunas palabras.
Se puede afirmar que no era indoeuropea ni semítica.
Lenguas indoeuropeas: la mayor familia de lenguas del mundo en número de hablantes o a la que pertenecen la mayoría
Algunos autores supusieron que el íbero tenía relación con el vascuence antiguo.
Sin embargo, dicha hipótesis no se ha confirmado.
El vascuence (euskera) es una de las lenguas más antiguas conocidas actualmente en Europa occidental y la única que no es indoeuropea, ya que su origen es pre-indoeuropeo.
Pre-indoeuropeo: el término puede referirse a varias lenguas autóctonas de Eurasia, pueblos prehistóricos o influencias de tipo sustrato anteriores a la presencia de lenguas indoeuropeas en los territorios.
El vasco-iberismo es una hipótesis que afirma la relación filogenética entre las lenguas vasca e íbera, de manera que o bien la lengua vasca sería una evolución de la íbera, o el de una evolución de una lengua de la misma familia que la íbera.
Por otra parte, se cree que los términos "íbero" y "Ebro" están relacionados, ya que los íberos se asentaron durante siglos en el valle del río Ebro. El término valle se traduce en euskera como ibar.
Las lenguas pre-indoeuropeas son mal conocidas debido a que la gran mayoría se extinguieron hace muchos siglos, quedando muy poca evidencia directa de las mismas.
Entre ellas: el proto-euskera, única lengua pre-indoeuropea de Europa que ha sobrevivido hasta la actualidad y que pudo hablarse antes del contacto de este idioma con el latín. Se sitúa entre los siglos V a. C. y el año 1 de nuestra era.
Se sostiene que el proto-euskera desciende, a su vez, del euskera arcaico, del cual no existen datos.
De Iberia a Hispania
Hacia el año 500 a. C. Tartessos fue destruido por Cartago, pero más tarde los cartagineses reclutaron mercenarios íberos para sus guerras de Sicilia en los siglos V y IV a. C. En el horizonte ibérico, empezó a aparecer también aún algo lejana la sombra de Roma, y al pactar ésta con Cartago, la zona de influencia cartaginesa en Iberia tuvo que reducirse al sur y sudeste.
Cartago, para resarcirse de las pérdidas sufridas en sus luchas con Roma, primera guerra púnica (siendo púnico sinónimo de cartaginés), intentó restaurar su poder en Iberia; un ejército cartaginés al mando de Amílcar Barca desembarcó en Gades (Cádiz) en 237 a. C. y venció en numerosas batallas con relativa facilidad, sin embargo mediante una estratagema bélica, fue vencido y muerto por un reyezuelo íbero en 229 a. C., a quien a su vez derrotó Asdrúbal, yerno y sucesor de Amílcar.
A finales del siglo III a. C. los cartagineses sufrían una derrota frente a los romanos en la segunda guerra púnica.
Iberia, campo de batalla casi accidental de aquel conflicto, recibiría muy pronto otro nombre: Hispania, denominación citada por primera vez por el poeta Quinto Ennio hacia el 200 a. C.
Sin embargo. su sometimiento ante el nuevo invasor estaba lejos de cumplirse.
La legiones no lo tuvieron fácil en Hispania: su conquista se prolongó dos siglos entre feroces resistencias como el sitio de Numancia, hecho que ha pasado a la historia como símbolo del heroísmo. Ocupados los últimos reductos en el año 19 a. C., la romanización ya no encontró obstáculos.
Los habitantes de Hispania, para librarse del dominio cartaginés, se inclinaron por los romanos.
Aníbal Barca (247-183 a. C.) Fue un general y estadista cartaginés considerado como uno de los más grandes estrategas militares de la historia |
A principios del siglo II a. C Numancia constituía la capital del país de los arévacos, una tribu celtíbera del centro de Hispania que llegó a contar con 30.000 habitantes.
Celtíbero: tribu producto del mestizaje de celtas e íberos.
Cuando terminó la centuria, Numancia era todo un símbolo.
Desde el inicio de las guerras celtíberas fue un objetivo de las legiones, sin que los romanos hubieran conseguido tomarla.
La situación llegó hasta tal punto que incluso uno de sus enviados capituló ante los numantinos y firmó un tratado.
Por supuesto, éste no fue aceptado por Roma.
Celtíbero: tribu producto del mestizaje de celtas e íberos.
Cuando terminó la centuria, Numancia era todo un símbolo.
Desde el inicio de las guerras celtíberas fue un objetivo de las legiones, sin que los romanos hubieran conseguido tomarla.
La situación llegó hasta tal punto que incluso uno de sus enviados capituló ante los numantinos y firmó un tratado.
Por supuesto, éste no fue aceptado por Roma.
En el año 197 a. C. Hispania fue el nombre dado por los romanos a la península ibérica, formada actualmente por España y Portugal.
En el 154 a. C. estalla la primera guerra entre las tribus celtíberas y Roma. Un año después, el caudillo de los arévacos, Caro, derrota al ejército romano.
En el 146 a. C. tercera guerra púnica. Roma destruye Cartago.
Entre 150-139 a. C. el caudillo lusitano Viriato dirige una victoriosa sublevación contra Roma, infringe una severa derrota a los romanos. Muere a manos de sicarios ocho años después.
En el 154 a. C. estalla la primera guerra entre las tribus celtíberas y Roma. Un año después, el caudillo de los arévacos, Caro, derrota al ejército romano.
En el 146 a. C. tercera guerra púnica. Roma destruye Cartago.
Entre 150-139 a. C. el caudillo lusitano Viriato dirige una victoriosa sublevación contra Roma, infringe una severa derrota a los romanos. Muere a manos de sicarios ocho años después.
El nombre de Viriato (180-139 a. C.) va unido al concepto de resistencia frente a la expansión romana en la península.
Y en él, biografía y leyenda se entremezclan tanto que es difícil separar ambas versiones.
La desigualdad en el reparto de la tierra motivaba que en la sociedad lusitana aquellos que tenían acceso a terreno fértil pudieran ganarse la vida, mientras que los demás escogían como medio de subsistencia frecuente el asalto a los pueblos vecinos.
De acuerdo con cierta discrepancia con la tradición que lo presenta como un hombre de origen humilde, Viriato sería en realidad un miembro de una jerarquía guerrera, unas cofradías autónomas muy semejantes a las que existían en otras sociedades indoeuropeas.
En 150 a. C. se encontraba al frente de las tropas lusitanas tras haber sobrevivido a la traición de Galba, quien engañó a los lusitanos y eliminó a varios miles.
Durante ocho años, Viriato trajo de cabeza a las legiones debido a sus dotes de coordinación de efectivos, su maestría en la táctica de guerrillas y la rapidez y sorpresa con la que atacaba.
Era, además, idolatrado entre los suyos por su carácter sobrio, su sencillez y su desprecio de la riqueza.
Tal era su posición, que llegó a firmar un tratado con Roma, en el que se le declaraba "amigo del pueblo romano".
La romanización de la península ibérica
Sin embargo, instituciones, derecho, idioma, religión..., las aportaciones de Roma a la península fueron innumerables.
Y fue la implantación de una red urbana al estilo de la metrópoli la que más contribuiría a difundir su modo de vida.
La romanización, esto es la asimilación del modo de vida romano por los indígenas, fue en Hispania un proceso lento pero progresivo, una auténtica transfusión cultural, con aspectos institucionales, jurídicos, religiosos y lingüísticos.
Muchos nobles romanos llegaron a Hispania con el fin de hacer méritos en Roma.
Octavio Augusto, nacido bajo el nombre de Gaius Octavius Turino (años 63 a. C.-14 d. C.), fue adoptado por su tío abuelo Julio César en su testamento, en el año 44 a. C.
Desde entonces se le nombró Gaius Julius Caesar Octavianus. Caesar fue un título imperial.
En el año 27 a. C. se convirtió en Imperator Caesar Augustus.
El latín se expandió velozmente por las regiones dominadas desde la antigüedad, es decir, por la franja oriental y meridional del Mediterráneo, sobre todo en las ciudades.
Las áreas menos influidas por la civilización foránea, en cambio, el interior y el norte de la península o las zonas rurales, mantuvieron más tiempo los idiomas vernáculos.
Esto explica la coexistencia de lenguas romances, como el castellano, el catalán y el gallego y otras ajenas al habla de la potencia conquistadora, de las que el euskera es el único ejemplo superviviente.
Hispania resultó un territorio verdaderamente rentable para el Imperio desde los inicios de la conquista, tanto por sus riquezas agrícolas como por los bienes que escondía su subsuelo.
Sus recursos humanos, por otra parte, eran tan importantes como los naturales.
La metrópoli encontró en ella esclavos y soldados, y una sociedad ya romanizada, incluso con grandes talentos intelectuales y políticos que engrandecieron el Imperio.
Hispania satisfacía las necesidades de Roma en numerosos apartados.
Desde materias primas a manufacturas, la colonia era una generosa fuente de productos para consumo interno y exportación:
cereales, olivares y viñedos, ganadería, pesca, minería y cantería, alfarería, cerámica y vidriería, distinguiéndose también la producción de verduras, legumbres y hortalizas.
La república se hizo con importantes zonas de producción púnicas, y la inclusión de Hispania en la trama socioeconómica romana benefició las arcas estatales.
Los metales eran el gran recurso hispano, y el sistema minero romano supuso la clave de su organización.
Muchos de los romanos que se establecían en Emérita Augusta, Itálica y demás colonias formaban familias hispano-romanas con las mujeres del país, exceptuando a las esclavas.
Existía, además, un colectivo femenino muy celebrado en los festines de entonces:
las puellas gaditanas, o chicas de Gades (Cádiz), famosas en todo el Mare Nostrum (Mediterráneo) por sus canciones de letras provocativas y sus danzas sensuales.
La construcción de calzadas fue un importante agente de comunicación y de romanización de la península.
Vías Augusta y Hercúlea:
relacionaban los Pirineos con el Mediterráneo, los valles del Ebro y del Guadalquivir hasta Cádiz.
Vía del Norte:
enlazaba Tarragona con la vía de la Plata, recorriendo Lérida, Zaragoza, Soria y Burgos.
Vía de la Plata:
antigua senda tartésica, vinculaba Sevilla con Astorga mediante Santiponce, Mérida y Salamanca.
Vía Meseteña:
unía la vía del Norte con las vías Augusta y Hercúlea pasando por Segovia.
Vía del Atlántico:
partía de Lugo (Galicia) y recorría el actual frente atlántico portugués hasta el sur, el Algarve, y Tartessos (Huelva).
Carreteras secundarias:
Comunicaban las vías anteriores a través de numerosas ramificaciones que extendieron la romanización por casi todo el territorio peninsular.
Césares nacidos en Hispania
Trajano (Itálica 53-117 d. C.): primer ciudadano nacido en una colonia que fue coronado emperador.
Adriano (Itálica 76-138 d. C.): hombre de amplia cultura, amigo de filósofos y coleccionista de arte.
Teodosio I el Grande (Coca, Segovia 347-395 d. C.): emperador del Imperio de Oriente en 394 d. C.
Intelectuales y artistas hispano-romanos
Séneca (Córdoba 4 a. C.-65 d. C.): filósofo y escritor, se formó en la península antes de establecerse en Roma. Allí, además de desempeñarse como forense, fue cuestor y senador.
Agripina le encomendó la educación de su hijo Nerón. Una vez coronado éste, dirigió la política estatal junto a Burro hasta retirarse de la corte.
Le fue ordenado que se suicidara por su vinculación con la conjura de Pisón.
Lucano (Córdoba 39-65 d. C.): poeta épico y sobrino de Séneca, pasó de alabar a Nerón a execrarlo y a comprometerse con la conspiración de Pisón.
Le fue conminado, asimismo, a quitarse la vida.
Marcial (Bilbilis, Calatayud 40-104 d. C.): es considerado el creador del epigrama, sátira breve en la que retrató de manera cruda la sociedad romana.
En el 395 d. C., a la muerte de Teodosio I el Grande, el Imperio Romano quedó dividido definitivamente en una mitad oriental que perviviría hasta 1453 con el nombre de Bizancio, y otra occidental que sucumbiría ante las invasiones bárbaras en el siglo V d. C.
El fin del dominio romano en Hispania tuvo lugar en el año 409 d. C., a raíz de las invasiones de los pueblos germánicos.
Finalmente, en el 476 d. C. fue destronado Rómulo Augusto, el último emperador de Roma.
Durante la era imperial proliferaron centros educativos en Hispania.
Los espacios de esparcimiento eran también parte esencial de su cultura. Los romanos llevaron a Hispania su afición por las termas.
No eran únicamente baños públicos, sino que eran, además, relevantes centros sociales en donde se conversaba, se leía, se jugaba...
Los espectáculos teatrales también dejaron su huella.
Se construyeron una treintena de teatros, siempre semicirculares y al aire libre, en núcleos urbanos como Mérida, Cádiz, Córdoba, Sevilla, Málaga, Ronda, Sagunto...
Hubo también numerosos anfiteatros de planta ovalada y construidos en madera o en piedra, para contemplar diferentes espectáculos, como combates de gladiadores...
Roma fundó numerosas urbes, siendo la ciudad célula de romanización, con su forum maximum (plaza mayor). La constitución del núcleo urbano como impulsor de la civilización.
Edificios públicos que constituían el recinto del foro y aunaban funcionalidad y monumentalidad.
El foro reunía también el comercio, que se desarrollaba en las tabernae (tiendas) situadas en los pórticos.
Destacan los puentes romanos construidos en la mayor parte del territorio peninsular, como el bellísimo puente romano de Alcántara (años 103-104 d. C.) que cruza el río Tajo en la ciudad de Alcántara (Toledo).
Paradójicamente, gracias a la cultura, al arte, a la arquitectura, a la lengua, a la red viaria, es decir, a causa de la romanización, parece de algún modo como si el proceso civilizador de Iberia a Hispania prosiguiera, de otra manera, hasta el comienzo de la nueva era medieval.