El movimiento futurista se inició en Italia con el "Manifiesto Futurista" publicado en el Figaro por Filippo Tommaso Marinetti.
1. Nosotros queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad.
2. El coraje, la audacia y la rebeldía serán elementos esenciales de nuestra poesía.
3. Nuestra pintura y arte resalta el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo.
4. Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad.
5. Queremos alabar al hombre que tiene el volante, cuya lanza ideal atraviesa la Tierra, lanzada ella misma por el circuito de su órbita.
6. Hace falta que el poeta se prodigue con ardor, fausto y esplendor para aumentar el entusiástico fervor de los elementos primordiales.
7. No hay belleza sino en la lucha. Ninguna obra de arte sin carácter agresivo puede ser considerada una obra maestra.
La pintura ha de ser concebida como un asalto violento contra las fuerzas desconocidas, para reducirlas a postrarse delante del hombre.
8. ¡Estamos sobre el promontorio más elevado de los siglos! ¿Por qué deberíamos protegernos si pretendemos derribar las misteriosas puertas del Imposible?
El Tiempo y el Espacio morirán mañana. Vivimos ya en lo absoluto porque ya hemos creado la eterna velocidad omnipresente.
9. Queremos glorificar la guerra -única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las ideas por las cuales se muere y el desprecio por la mujer.
10. Queremos destruir y quemar los museos, las bibliotecas, las academias variadas y combatir el moralismo, el feminismo y todas las demás cobardías oportunistas y utilitarias.
11. Cantaremos a las grandes multitudes que el trabajo agita, por el placer o por la revuelta:
cantaremos a las mareas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas; cantaremos al febril fervor nocturno de los arsenales y de los astilleros incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas devoradoras de serpientes que humean, en las fábricas colgadas en las nubes por los hilos de sus humaredas; en los puentes parecidos a gimnastas gigantes que salvan los ríos brillando al sol como cuchillos centelleantes; en los barcos de vapor aventureros que olfatean el horizonte, las locomotoras de ancho pecho que piafan en los raíles como enormes caballos de acero embridados con tubos, y el vuelo deslizante de los aeroplanos, cuya hélice ondea al viento como una bandera y parece aplaudir como una muchedumbre entusiasta.
Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944), Le Figaro, 20 de febrero de 1909
En el primer Manifiesto se mezclaban las ideas del decadentismo con las del nuevo tecnicismo surgido a consecuencia del desarrollo de la civilización industrial, la ruptura con el tradicionalismo y el mito de la máquina como símbolo moderno.
Estas ideas ya maduras en un grupo de pintores que, convencidos de la renovación radical realizada a su tiempo por los impresionistas, y habiendo experimentado desde hacía años las nuevas técnicas divisionistas, aspiraban a representar no ya lo bello de la naturaleza, sino "el fruto de nuestro tiempo industrial" (Boccioni, 1907).
Se firmó el "Manifiesto de los pintores futuristas" (1910), seguido del "Manifiesto técnico de la pintura" (1910).
Se inició enseguida una frenética acción de propaganda desde los más famosos escenarios, que tuvo como principales representantes de este arte "al triunfante progreso de la ciencia" en lucha contra la "religión fanática, inconsciente y esnobista del pasado" (Marinetti y Boccioni).
Los principios del arte futurista -destrucción del culto al pasado, originalidad contra imitación, vida contemporánea "tumultuosamente transformada por la ciencia victoriosa" contra la tradición pasadista- se tradujeron en una nueva concreta dirección poética con el "Manifiesto técnico", que afirmaba el complementarismo cromático de origen divisionista, en analogía con el verso libre en poesía y la polifonía en música, y la sincera interpretación de la naturaleza que se articula, no en sentido imitativo, sino como "dinamismo" de las formas, en una "síntesis plástica" de movimiento y luz.
El sueño: encabezar un movimiento artístico internacional capaz de romper con las tradiciones académicas y de instaurar un nuevo estilo de vida.
Cada línea del manifiesto estaba cuidadosamente redactada para no dejar indiferente a nadie.
No es que los parisinos enloquecieran y se lanzaran en masa a cambiar el mundo a través de la destrucción y la velocidad.
Sin embargo, Marinetti no había dejado nada al azar.
Apasionado e incansable, recorrería un país tras otro polemizando y dando conferencias.
Esa frenética actividad promocional daría fruto: a finales de la década -desde Japón a Brasil, desde Rusia a Italia, en Europa y en América- se hablaba ya de Futurismo.
Con su manifiesto, Marinetti inauguró lo que se conoce como "vanguardia programática"
No tardaron en surgir réplicas:
el manifiesto cubista (1913), el dadaísta (1918), y el surrealista (1924).
Todo lo que fuera moderno, extravagante y provocador podía ser futurista.
El arte futurista dio la vuelta al mundo, pero no fue fácil pasar del manifiesto a la realidad.
Una primera solución consistiría en pintar las sucesivas etapas de un movimiento.
Algunos fotógrafos habían usado ya este método para retratar bailarines o caballos de carrera.
La obra de Giacomo Balla "La mano del Violinista" es un buen ejemplo de esta técnica.
El Futurismo, según Boccioni, debía ir más allá de la fotodinámica.
Para sus esculturas, se apoyaba en las ideas del gran escultor Auguste Rodin (1840-1917).
Como él, Boccioni buscaba sobre todo la belleza.
Hizo realidad la idea del "Manifiesto Futurista":
"Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva:
la belleza de la velocidad"
Giacomo Balla, "Del primo autoritratto alle ultime rose" (1918) |
aspiraba al arte total.
Quería poner al espectador en el centro de la obra, convertir la vida cotidiana en arte.
Giacomo Balla "Auto-ritratto stato d´animo" (1918) |
Marinetti reivindicaba un lenguaje sintético en el que, destruidos los lazos sintácticos, lógicos y psicológicos, quedara abolido todo trámite entre la inspiración y la expresión literaria.
Nacieron así las "palabras en libertad", especie de notación simultánea que, recurriendo a procedimientos analógicos y onomatopéyicos, utilizaba los más diversos materiales lingüísticos y expresivos, tales como expresiones dialectales, neologismos, palabras arcaicas deformadas, fórmulas matemáticas y químicas, signos musicales...
Según algunos críticos, en el ámbito literario el futurismo se reveló sin embargo estéril, limitándose generalmente a manifestaciones de acción directa y a la agitación propagandista de ideas corrientes, cuya apariencia de novedad estaba impuesta por los procedimientos aforísticos y paradójicos de difusión.
Las invenciones poéticas del futurismo se reducirían a simples ejercicios oratorios y polémicos, y las ensalzadas síntesis y simultaneidades líricas, más que elaboración de una nueva poética, resultarían meros artificios.
Los jóvenes acogieron una ideología que renegaba de la cultura libresca exaltando el boxeo y las carreras.
Además de llevar la contraria a la cultura oficial, los futuristas se contradijeron a sí mismos en varias ocasiones.
Adoraban las máquinas, pero prefirieron la pintura a la fotografía o el cine.
Aspiraban a ser una corriente internacional, pero al mismo tiempo apoyaban un nacionalismo exaltado y expansionista que los llevaría a aplaudir la invasión italiana en Libia en 1912 y a acoger con entusiasmo la Gran Guerra.
Abogaban por quemar museos y academias, hasta que Benito Mussolini (1883-1945) ofreció a Marinetti un sillón de académico en 1929.
Ivo Panaggi (1901-1981), "Treno in corsa" (1944) |
En 1918, anunció la creación del "Partido Futurista" y se presentó a las elecciones italianas en coalición con Mussolini.
Tras un primer fracaso electoral, el partido se disolvió, pero los futuristas no dejarían de coquetear con el fascismo.
La relación no iba a resultar del todo satisfactoria para ninguna de las partes.
El Futurismo no interesa al régimen por varias razones:
_Mussolini se negaba a convertir el Futurismo en el arte oficial del nuevo régimen.
_Le resultaba molesto que los futuristas rechazaran un pasado glorioso con el que al Duce le interesaba identificarse.
_La exaltación de las máquinas y de la modernidad casaba mal con la política agraria fascista.
_Aunque los futuristas renegaran del elitismo y afirmasen estar comprometidos con el arte popular, lo cierto fue que las obras futuristas eran incomprensibles para el gran público.
_El dudoso "placer de ser abucheado" del que se enorgullecía Marinetti, no encajaba bien con la popularidad, y menos aún con el populismo.
En 1937, la rama del fascismo más cercana a los nazis logró incluir el Futurismo en la lista oficial de arte decadente y degenerado.
Marinetti protestó, pero la II Guerra Mundial interrumpió sus esfuerzos y, pese a todo, se mantuvo fiel a Mussolini e incluso llegaría a combatir en el frente ruso en 1942, con 66 años cumplidos.
El Futurismo se esfumaba con Marinetti, fallecido en 1944, antes del final de la contienda.
Aunque, el "nuevo hombre" con el que soñaba, habitante de un planeta transformado por la tecnología y "encogido por la velocidad", quizá no muriera con él.
Tal vez nuestro presente no sea realmente tan diferente de su futuro, es decir:
de aquel futuro de ayer que imaginaban los futuristas.